
Discurso de Inauguración de la sala La Ruta por la Soberanía (1964-1999)
Hace un año estuve en este mismo lugar frente a ustedes, celebrando la inauguración de la segunda sala renovada en el Museo, la cual presenta el tratado que nos garantizaba una nueva nación, una república cuya soberanía recibimos fraccionada por la promesa de la construcción de un canal cuya operación y territorios se concederían a los estadounidenses a perpetuidad.
En esa sala revivimos el inicio de un proceso de luchas por la recuperación de nuestro territorio y soberanía nacional; un proceso que fue largo, dinámico y cambiante. Una ruta recorrida por generaciones de panameños, cuyos sucesos no son aislados, sino que impulsaban y fortalecían al siguiente.
Aquella sala hizo una pausa con la gesta del 9 de enero de 1964 – y su desenlace es donde esta comienza.
Hace un año, el equipo del Museo del Canal nos vimos enfrentados con el gran desafío que ha sido continuarla.
La transferencia del Canal a manos panameñas fue un logro que nos llena de orgullo por infinitas razones, que forma parte intrínseca de nuestra identidad y que permitió recuperar la soberanía sobre todo nuestro territorio. Sin embargo, le precede un período de nuestra historia del que poco se estudia, investiga o dialoga.
Para esta tercera sala renovada, todo el equipo del Museo, sin excepción de departamento o posición, nos reunimos para reflexionar sobre los nervios, temores, y pensamientos que nos generaba este proyecto. ¿Cómo compartir una historia que no ha terminado de ser escrita? ¿Cómo navegar un periodo de nuestro país que genera tanta controversia, tantas emociones?
Es una sala de historia tan reciente, que muchos de nuestros compañeros recuerdan vívidamente, cada uno con sus perspectivas y experiencias. Así mismo, teníamos que pensar en nuestros visitantes, quienes posiblemente experimentarían un sinfín de emociones al adentrarse en el espacio. Quienes cuestionarían nuestras fuentes, o reaccionarían a menciones u omisiones. Que pudieran revivir momentos tan difíciles que preferirían evitar; que tuvieran que enfrentarse a memorias que preferirían olvidar.
Es una sala donde tocamos heridas, algunas aún palpitantes, sumergiéndonos en la fibra misma de nuestra de identidad.
En ese momento pude ver reflejado en los rostros de mis compañeros la misma pregunta que me hacía a mi misma: ¿Cómo lo vamos a lograr?
Jamás por la duda de que pudiéramos hacerlo, sino verdaderamente curiosa de cual sería nuestra propia ruta.
Pero entonces recordamos a nuestros otros visitantes (y algunos compañeros): esos que no vivieron la represión de sus derechos humanos, o el exilio o persecución por expresar su opinión. Los que desconocen el miedo de ser invadidos, la incertidumbre de su futuro como individuos y como país. Los que nacieron en libertad y que no tienen manera de conocer el camino que nos lleva hoy a ser soberanos, a gozar de un canal en manos panameñas.
¿Cómo lo vamos a lograr?
Con data y ardua investigación histórica, sí. Pero también con valor, con empatía y con la misión de crear una plataforma donde el diálogo prevalezca, donde las verdades de cada vivencia se compartan y donde se rescate nuestra memoria colectiva.
El Museo del Canal está conformado por un equipo de 57 personas y todas y cada una de ellas han hecho posible que podamos inaugurar esta sala el día de hoy, a pesar de las adversidades encontradas en el camino. Es su energía, su motivación y su esfuerzo lo que me inspira cada día a continuar con nuestra misión de rescatar y preservar el patrimonio de nuestro país. Y me siento extremadamente orgullosa de la labor que hemos logrado. Quisiera que me acompañaran en un aplauso para ellos.
Es un orgullo para nosotros haber trabajado en la investigación, curaduría y diseño que esperamos permita a tanto panameños como visitantes a dialogar y reflexionar sobre nuestro pasado, incluyendo sus capítulos más oscuros, y darles la oportunidad a las nuevas generaciones de conocer nuestra historia.
Y es un orgullo para mí poder compartir esta labor con este equipo.
Quiero agradecerle la Junta Directiva del Patronato por depositar en mí su confianza, por su apoyo inigualable y valiosas contribuciones a la gestión del museo. Sin su constante respaldo, nada de esto sería posible.
Adicionalmente, quiero agradecer a la administración y a la Junta Directiva del Canal de Panamá, quienes con su apoyo nos permiten llevar a cabo la misión de ser un activo social, que contribuye a la evolución de la sociedad, en su cultura, en la ciencia, el turismo y el desarrollo económico del país.
A los miembros del museo, y también a las instituciones como el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá, el Museo de la Libertad, la Comisión 20 de Diciembre, la Biblioteca Nacional, la Fundación Arias Madrid, Fundación Eleta, al Ministerio de Relaciones Exteriores, y a la Autoridad del Canal de Panamá en especial al equipo de la Biblioteca Roberto F. Chiari, quienes nos han apoyado con préstamos de piezas e información invaluable para esta renovación.
Especialmente quiero aprovechar para agradecerle enormemente a nuestros donantes, quienes respondieron al llamado para compartirnos objetos, documentos y sus testimonios que rescatan la memoria colectiva presentada en esta sala.
La Ruta por la Soberanía 1964-1999 no sólo nos ilustra el proceso de negociaciones que nos llevó a conseguir el canal en el nuevo milenio, sino que nos despierta y sacude de la comodidad en el olvido y nos enfrenta con perspectivas de la coyuntura política y social que se vivió en ese momento.
Una ruta es una trayectoria que desenlaza en un destino, pero no es infalible. Y el proceso de crear esta sala no fue sin desafíos. Pero los gestos que construyen una nación y su identidad nacen en el campo de las ideas, y se nutren y cosechan en la reflexión sobre los desafíos de su propia historia.
En una de muchas reuniones de renovación, en las que expresábamos reflexiones del contenido de la sala, una compañera nos llevó a un autoanálisis profundo con una frase que ha zumbado en mis odios desde entonces y que les comparto la noche de hoy: “En Panamá aún tenemos una ceguera social, una memoria en coma y una comodidad en el olvido. “
Así que hoy los invito a que visiten la sala, y a que nos quitemos la venda. Sacudámonos el polvo que nubla nuestra visión. Apreciemos nuestra historia, sin flores y sin censura, tal cual como es. Reflexionemos juntos sobre los logros celebrados, y los costos que pagamos, el camino recorrido, la ruta por nuestra soberanía. Y la lucha que todavía queda por delante por un país más justo y equitativo, cuyo futuro está en nuestras manos.
Muchas gracias.
Por Ana Elizabeth González, Directora Ejecutiva y Curadora en Jefe del Museo del Canal